jueves, 21 de junio de 2012

Hablemos de pintura

De vez en cuando me gusta visitar el Museo del Prado, y entre los cuadros que más me gustan, está El Lavatorio, de Tintoretto (el pintor, no la marca de ropa, que alguno se me pierde).


Hay un montón de cosas de este cuadro que cualquier experto en arte os puede desgranar para que lo apreciéis debidamente. Pero, entre todas ellas, hay una que consigue que este cuadro sea mi favorito por lo mucho que me desconcierta:

La escena parece muy sencilla. Antes de la Última Cena, Cristo empieza a lavar los pies a sus discípulos. Lo único que parece algo extraño es la disposición de los personajes, con Cristo y el primero de los discípulos en un extremo del cuadro y no en el centro.

Y ahí es donde está el toque genial de este cuadro, porque Tintoretto lo pintó para que el espectador lo mirase colocándose a la derecha del cuadro. La primera vez que vi este cuadro en el Museo del Prado, al leer el cartelito explicativo, no me lo podía creer, pero la verdad es que el efecto es sorprendente: viendo el cuadro así la escena cobra del todo sentido, e incluso se aprecian detalles que antes me pasaban desapercibidos.

Lo que me maravilla de todo esto es las preguntas que me hace plantearme y que no he conseguido resolver: ¿cómo leches se le ocurrió a Tintoretto la idea de hacer que el espectador se moviese? y ¿qué técnica empleó para poder pintar así el cuadro?

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